viernes, 15 de mayo de 2009

1/2 Muerto.


Los gusanos comían su carne ajada, por mas que intentaba sobrevivir su cuerpo estaba podrido, enterrado en algún cementerio de la ciudad, su aliento era un sin fin de los olores mas fétidos de este mundo, entonces se preguntaba como llegó a parar a ese lugar si se sentía vivo, sano y animado para continuar.

La tapa de su ataúd estaba rasgada y las uñas clavadas como las miradas aterradas de las putas de providencia, para variar el destino le jugaba una mala pasada y ni siquiera en un espectro se podía convertir.

Ya sabia lo que le sucedía y al mirar sus extremidades agusanadas rogaba por que no llegaran las larvas a sus ojos, aunque en sus orejas los hongos fúnebres comenzaban a picar como miles de demonios clavando sus tridentes.

Quien podría sacarlo de allí, exhumarlo y revivirlo... quien podría escuchar su lamento, una lamentación por el lugar y estado en que se encontraba, quería salir o que lo sacaran, pero en su estado putrefacto quien podría realizar tamaña tarea.

Estaba claro que el cuerpo era inservible pero no quería reconocerlo y clamaba por que alguien lo liberará.

Escuchó muchas historias de gente que profanaba tumbas y aseguraba que si aquello ocurría sería el momento perfecto para pedir que lo llevaran lejos de ese campo santo, en un tiempo prudente lo pasaron a una fosa común.

Vio como lo que quedaba de él se mezclaba ruidosamente con los demás rastrojos humanos, aquellos difuntos no conversaban estaban totalmente muertos hacía ya tiempo y cuando pensó que allí la historia acabaría eternamente, aparecieron en forma de moscas las cuarenta y tantas almas que en su carrera psicópata había dado muerte de las maneras mas crueles, allí estaba la revancha de sus victimas... defecando sobre sus ojos la venganza final, entregando al asesino la vida eterna en una oscuridad absoluta.

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